Estamos acostumbrados a leer en los Medios como
subtitulan o ponen etiquetas a personas en situaciones de violencia. Esta vez
fue en Grand Bourg. Cerca del paso a
nivel que siempre genera problemas de tránsito (porque la ciudad creció y van
quedando chicas las calles). Vimos por TV y (y luego por redes) como bajaba de
una camioneta un joven con un bate de beisbol y rompía los vidrios de un auto.
Las imágenes fueron cortadas. Lo que más
impactaba era la furia con la que rompía los cristales de atrás y adelante del
auto; de la discusión anterior no teníamos idea y tampoco se sabía porque
había tenido esa explosión destructiva.
Como sucede en todo lo conductista que se informa,
lo que importa es la acción (que impacta, conmueve, asusta), pero no se informa
causas y consecuencias. Algunos Medios le dieron la palabra al hermano del
atacado y pudo expresar qué había pasado antes: una discusión. En otro móvil-
por otro canal- estaba la madre del atacante con su abogado. Estas reacciones están
saliendo con más cotidianeidad en la pospandemia. Por eso se va viendo por TV (y los móviles asisten al instante)
aquellos que se encierran con algún rehén y están armados, exigiendo algo. Nos
asombramos de las muertes en Texas o en algún otro Estado del Norte, cuando
alguien dispara a mansalva matando gente en un supermercado o niños en una
escuela, pero parece allá lejos.
De los títulos que hemos visto con un fondo rojo y
una música estridente aparecieron: ‘el loco del obelisco’ (a quien conocí en el
hospital Borda, cuando le dieron el alta de su internación en adicciones), en
los diarios locales: ‘el loco del martillo’, que destrozaba una casa en San
miguel con ese elemento amenazante. Pocos explican el ¿por qué? Son muchos los factores que intervienen
para que alguien haga esa ‘explosión de locura’. Se denominan a veces ‘brotes psicóticos’:
el individuo pierde su conexión con la realidad y emerge todo lo reprimido (en
el odio, la idea de persecución, violencia y muerte). Nadie está libre de
esta reacción, y algunos se asustan de tener adentro a un ‘dr. Jekill, mr. Hyde’.
La psiquiatría y la psicología no lo explican todo. Principalmente
si no se entiende qué está sucediendo en una comunidad, una cultura, los
Medios, un país. Ya se puede fundamentar que hay una fuerte relación entre la
depresión y el suicidio; hasta se han iniciado Congresos para estudiar si es
posible prevenir el suicidio. Lo que se estudia son las variables de lo
individual (lo anímico, la construcción de un aparato psíquico) y lo social-
cultural. El ejemplo más a mano que
tenemos es ‘la cultura del rifle’ en Estados Unidos. Ya existe desde la
infancia, y hasta en sus normas de vida en eso de andar armados (viene del siglo XIX), a su vez se suma todo
el problema racial (el odio que el Ku Klux Klan sigue predicando).
Los accidentes de tránsito, la violencia en la
calles por autos (ya existe un grupo de padres que se han juntado para reclamar
justicia ante el asesinato de sus hijos atropellados en la calle o en las rutas,
por alguien alcoholizado o drogado), son más factores que se suman. La ‘accidentología’
estudia estos temas y siempre están tratando de comprender cuáles son las
causas. Las cifras están subiendo, pero
el origen de tanta violencia y locura está en las familias. Allí se sigue incubando
lo que reproducen. Algunos simplifican explicaciones con ‘Relatos salvajes’
en la explosión de ‘bombita’ para justificar. La cuestión es más profunda ya
que el modelo social- cultural de
tensión constante va en aumento.
Carlos
Liendro
(director y editor de La Gazeta de Grand Bourg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario